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Los políticos del ayer primero deciden y después argumentan. Ven la realidad en función del color del cristal con que la miran.

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Que el ‘yo’ tome la avanzadilla aporta oportunidades de desarrollo personal, pero si no se controla llega a nublar la razón y provoca rechazo. ¿No sería mejor optar por la discreción absoluta?

Si hay algo que se debe cambiar en la arena política panameña, es el enroscamiento de posturas. La rigidez. La falta de realismo y el desmesurado egocentrismo político. Y considerar las consecuencias positivas que tendría para Panamá superarlas. El pueblo merece esperanza política. Los políticos tienen que saber escuchar y ofrecer una visión de salida del atraso. La intolerancia no levanta el ánimo electoral y aumenta la desconfianza en los políticos.

Los políticos en general. Se perciben inmaduros en lo personal y social. No se dan cuenta que su punto de vista es uno entre varios. Como que arrastran un infantilismo infantil que les impide tener capacidad para relativizar y empatizar con los demás. Fijan la atención polarizada en lo propio o lo que asumen como propio. Con el consecuente desvanecimiento de los demás. Se les dificulta integrar el punto de vista en ámbitos amplios en que otros se beneficien fuera de su entorno egocéntrico.

¿Acaso tenemos una democracia egocéntrica? En esta forma de democracia. A los políticos solamente les interesa la cantidad. Los representantes y la parcialidad. Lo cual les obliga a confiar en los elegidos. En las instituciones y en los candidatos. Esta forma de democracia establece quien ejerce la hegemonía o una influencia cíclica para desplegar cierto estilo de gobernanza o de decisiones previsibles. La práctica política de los políticos panameños, se nutre más del egocentrismo individual que del colectivo con relación a asuntos propios de interés nacional. En nada va a beneficiar la amplia configuración de partidos, porque poco motivan procesos generosos centrados en el conocimiento y la formación de conciencia.

En la democracia egocéntrica priva el pensamiento débil. Es decir. En el contexto político rigen la crítica inmadura. Enfatizan en la defensa a ultranza. Destaca la atribución de culpas. El cuestionamiento permanente, sistemático y a priori al otro. Se minimiza la capacidad de duda. Es difícil pensar de manera objetiva. Se evade la autocrítica y no hay capacidad de rectificación. Priva la incoherencia. La hipocresía y la ausencia de generosidad. De renuncia. Evaden la voluntad de convergencia y de servicio desinteresado, etc. Hay ausencia de pensamiento fuerte o pensamiento propio, consciente, autónomo, autocrítico, complejo evolucionista (humano), indagador, creativo (flexible), dialéctico, etc.

Los políticos del ayer primero deciden y después argumentan. Ven la realidad en función del color del cristal con que la miran. Sin importarles que la realidad no depende de su inclinación. Ni de motivaciones políticas básicas.