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Las mujeres llegaron a posiciones de poder en las que nunca antes habían estado.

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El 1 de marzo, una mujer hizo historia en la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Tras haber sido la número 2 en el Banco Mundial, la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala se convirtió en la primera mujer y en la primera africana que asumía el cargo de directora general de la OMC.

La economista, educada en Harvard, y con más de 30 años de experiencia en la esfera del desarrollo en diferentes continentes, le dijo a la BBC en julio de 2020 que lo que la OMC necesitaba era una reorganización, “alguien dispuesto a hacer las reformas y liderar”.

En América Latina, por su parte, Xiomara Castro ganó las elecciones de Honduras y se convertirá en 2022 en la primera mujer que gobernará el país.

Castro pondrá fin a 12 años de gobierno conservador y devolverá a la izquierda hondureña al poder por primera vez desde que Manuel Zelaya, su esposo, fuera depuesto por un golpe de Estado en 2009.

Meses antes, en enero, Estonia nombraba a la primera jefa de Gobierno de su historia: Kaja Kallas, y, en marzo, la muerte del presidente de Tanzania, John Magufuli, hizo que la vicepresidenta Samia Suluhu Hassan se convirtiera en la primera jefa de Estado de ese país.

En agosto, la mandataria le dijo que había personas que dudaban de que estuviera calificada para liderar por el hecho de ser mujer.

Algunos “no creen que las mujeres puedan ser mejores presidentas y estamos aquí para demostrarles que sí podemos”.

Otra mujer que acaparó los titulares de la prensa internacional en 2021 fue Kamala Harris.

De madre india y padre jamaiquino, se convirtió en la primera mujer, primera persona negra y de ascendencia asiática que llega a la vicepresidencia de Estados Unidos.

Para Frédéric Mertens de Wilmars, coordinador del Grado en Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia, ese nombramiento fue la buena noticia del año.

“A nivel interno porque le ha dado un cambio a la visión que tienen los estadounidenses de su propia sociedad en términos de representatividad del establishment político”, le indica el profesor a BBC Mundo.

“Y a nivel internacional también es una señal positiva para las mujeres y para todos los individuos que históricamente han sido discriminados por su cultura, religión, raza, diversidad étnica porque observan que el ‘Yes, we can‘ (Sí podemos), existe más allá del mandato de Barack Obama”.