Las riberas del Río Teribe, en la provincia Bocas del Toro constituyen el hogar del pueblo Naso Teribe, una de las poblaciones indígenas que viven entre Panamá y Costa Rica.
En suelo panameño, estos indígenas son una comunidad muy unida de unos 5.000 habitantes distribuidos en 20 aldeas, y suelen evitar salir de sus tierras.
Entre sus habitantes se encuentra Alfredo Sánchez, Cándida y Juan Quintero quienes llevan años cultivando la tierra en la comunidad de Bonyic, donde las crecidas del río han empujado a los moradores a trabajar para terceros en las fincas de plátano.
No obstante, con la llegada del coronavirus y las paralizaciones laborales en las fincas, unas siete familias decidieron utilizar parte de las tierras de propiedad comunitaria para cultivar pepino, ají, tomate, hortalizas, apio, orégano, hierba de limón y maíz.
Junto a otras mujeres, Cándida, de 37 años, se encargó de organizar actividades como las ventas de comida para recaudar fondos y comprar insumos para estos huertos familiares.
Sus cultivos son “orgánicos y libres de químicos,” destaca Cándida quien ahora puede proveer alimentos seguros para sus siete hijos y espera inspirar así a otras mujeres de su comunidad.
Según datos oficiales, las comunidades indígenas tienen la mayor prevalencia de malnutrición aguda en niños y niñas menores de cinco años (esta cifra para toda la población panameña es de alrededor del 1,1%). Por esta razón, la FAO y el FIDA apoyan el fortalecimiento de las capacidades de las familias indígenas hacia la inclusión productiva, fortaleciendo sus medios de vida y mejorando su calidad de vida.