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“Busco transformar la postura de mis alumnos, que salgan de la supervivencia, de la zona de confort”

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En el Día Internacional de la Educación, conoce las innovaciones de Militza Saavedra, docente chilena.

¿Cuál era la realidad de sus alumnos en Nonguén, localidad del centro-sur de Chile donde usted se desempeña?

El Colegio Villa Nonguén está ubicado en la periferia de Concepción, región del Bíobío, en el centro-sur de Chile. En la escuela tenemos un 96% de alumnado en situación de vulnerabilidad. Se trata de estudiantes de familias que tenían muy bajas expectativas académicas respecto a que pudieran continuar con estudios superiores.

En general, son familias en las que muchas veces sus integrantes no han completado su escolaridad, cuyos niños y niñas no salían de la realidad de Nonguén. Su mirada era muy acotada a ese contexto. Es así como el colegio ha estado inmerso en una cultura muy subsidiaria. Además, existen numerosas situaciones de vulneración de derechos y problemas psicosociales que se han reflejado históricamente en el compromiso de los estudiantes con su educación y su aprendizaje.

Con esa realidad de vulnerabilidad ¿Cuál es la misión que usted se planteó para mejorar la calidad de la educación que reciben sus estudiantes?

Lo que yo busco es transformar la postura de mis alumnos, que salgan de la supervivencia, de la zona de confort para transformarse en personas validadas por sus conocimientos, que sean protagonistas, agentes de cambio de su entorno. Quiero que sepan que son seres políticos, que pueden empatizar con el lugar que los rodea, que pueden levantar problemáticas, asumir causas y que desde la innovación pueden encontrar soluciones con una infinidad de posibilidades para prototipar y emprender proyectos colaborativos.

Les intento enseñar que cuando uno se enamora de un problema, puede levantar causas desde la empatía, porque así uno entiende lo que ocurre a su alrededor, contigo, con tu comunidad, lo sientes parte de tu identidad personal y territorial. Esa es la magia de la innovación y de la transformación que estamos realizando en el Colegio Villa Nonguén. Y queremos compartirlo con muchos más establecimientos para ser parte del eje central en la estrategia de desarrollo de la región. Y la inserción en el ecosistema de innovación y emprendimiento regional y nacional ha sido fundamental para gestionar alianzas y apoyos desde la colaboración abierta y sistémica.

¿Cómo se preparó para cumplir esta misión?

Yo soy licenciada y pedagoga en Artes Visuales de enseñanza media. Cuando me tocó asumir la clase de tecnología empecé a estudiar las habilidades para el siglo XXI, innovación, trabajo colaborativo, emprendimiento e ingresé a un Magister en Negocios. Así empecé a aplicar todo lo relativo a aprendizaje y emprendimiento a mis clases de tecnología. Realizo proyectos colaborativos y así empezamos a generar conocimientos, en base a la sustentabilidad, innovación social, emprendimiento, lenguajes digitales, pensamiento del diseño, liderazgo y trabajo en equipo.

¿Cómo aplican esta visión en la escuela?

En la práctica lo que hicimos fue armar una malla curricular alrededor de la innovación y el emprendimiento, con las horas de libre disposición que nos da el Ministerio de Educación. En vez de asignar más horas a Lenguaje o a Matemáticas, las utilizamos para desarrollar habilidades para el siglo XXI como narrativa para desarrollar ideas de negocios, programación, formulación de proyectos, liderazgo, trabajo colaborativo, marketing, coaching. Todo tiene una progresión y articulamos todas las asignaturas para trabajar colaborativamente.

Yo coordino el equipo de innovación y estoy a cargo de la gestión de la innovación institucional. Imparto asignaturas de tecnología, formulación de proyectos e incubación de proyectos desde séptimo básico hasta cuarto medio.

Asimismo, las demás asignaturas del currículum nacional tributan en distintas etapas y niveles a esta formación. Toda esta visión requiere de profesores (de planta y académicos) que estén dispuestos a desafiar, dialogar, a conversar y comunicar sobre cómo vamos en la progresión de las habilidades. Porque la innovación y el emprendimiento no son un fin, son competencias que se desarrollan en un proceso y que les abren oportunidades a los estudiantes, como personas y fuerza laboral del siglo XXI.

¿Cómo los estudiantes han recibido estos conocimientos y qué han logrado?

Al principio, hubo que hacer todo un trabajo de concientización. Los alumnos nos preguntaban por qué no tenían más clases de Lenguaje o de Matemáticas. Nos cuestionaban, ¿Por qué tengo que tener clases de emprendimiento? Si yo no sé lo que quiero hacer con mi vida, estoy en octavo básico. Los papás tampoco entendían por qué los estudiantes debían dar tantas horas adicionales a sus trabajos escolares. También los profesores y demás miembros de la comunidad debieron cambiar y capacitarse para integrar estos temas y lenguaje en sus aprendizajes, asignaturas o labores.

Así, empezamos a presentar nuestros proyectos a concursos regionales y nacionales de innovación y nos comenzó a ir abruptamente muy bien. Llegamos inmediatamente al concurso “Soluciones para el futuro” de Samsung, a la final nacional con Totem verde, un proyecto de generación de energía en base a hidrógeno (@totem_verde) que está recibiendo el apoyo de universidades para poder ser expandido y llevar el prototipo a producto mínimo viable. Los estudiantes se empezaron a dar cuenta que esto no era una idea loca de profesores, sino que el mundo va a hacia allá y que es importante ser agentes de cambio. Eso les ha cambiado la mirada. Entienden que tienen el poder y el valor para asumir causas de diferente tipo hoy, a la edad que tienen.

¿Cómo ha afectado la COVID 19 en su forma de trabajo? ¿Qué papel ha tenido la innovación también en esta nueva forma de vivir y educarse?

Al tener a la innovación como sello de nuestro proyecto educativo, la pandemia nos encontró un poco mejor preparados para las clases en línea. En algunas asignaturas ya usábamos herramientas de la GSuite de Google. Y somos profesores responsables que hemos generado alumnos responsables por lo cual no ha importado la modalidad, eso no ha sido obstáculo.

Y así durante 2020 generamos tres proyectos nuevos en modalidad remota, los que han sido finalistas y ganadores en concursos regionales y nacionales: Swan (@proyectoswan.cl), sobre el cuidado y preservación del medio ambiente, que rescata servicios ambientales en humedales. Los otros dos, tienen que ver con innovación social: Mutam, que crea un nuevo concepto en educación para niños en edades temprana combatiendo la violencia de género, y Stay Gold, que educa sobre las emociones y el estrés y angustia en adolescentes. Estos proyectos han recibido el apoyo del sector privado y de organismos estatales para su desarrollo.

Ahora estamos buscando y gestionando alianzas con organismos colaboradores como universidades para que nos apoyen en el desarrollo de prototipos para nuestros proyectos.

Según estudios de la UNESCO, las expectativas de los padres y madres impactan mucho en lo que las y los estudiantes logran. ¿Cómo ha trabajado para cambiar la percepción del “yo no puedo” en sus estudiantes?

Les hacemos preguntas desafiantes. Y siempre validamos sus respuestas, porque cuando te planteas desde la empatía todas tus respuestas son válidas, porque las realizas desde tus experiencias de vida. Cuando construyes innovación, todos tienen cabida dentro de esos hallazgos, respuestas y soluciones.

Trabajamos los roles de equipo y cómo cada uno desde el autoconocimiento y desde la riqueza personal aporta. No tienes que ser distinto de lo que tú eres, reconocemos todo el trabajo qué haces y valoramos la diversidad. Damos mucho incentivo, generamos confianza y mucho diálogo sobre preguntas desafiantes. También nos ha servido mucho concientizar a los padres y madres, hacerlos parte de la construcción de proyectos. Es importante que ellos vean que se puede, que vean la colaboración sistémica, la aparición de los proyectos en la prensa, mi participación en el premio Global Teacher Prize…

Usted siente que las y los estudiantes entienden la importancia de las habilidades que están aprendiendo y que van más allá de saber para qué las van a utilizar?

Sí. Ellos entienden que el conocimiento está a un click, pero que las habilidades se desarrollan en un proceso y cuando uno trabaja una metodología que es progresiva, tú no puedes partir de la etapa 4. En la innovación no puedes partir si no has empatizado para levantar necesidades. La progresión permite a nuestros estudiantes valorarla como eje fundamental para el aprendizaje, porque ahí hacen hallazgos y levantan conocimiento que viene de ellos.

¿Tiene algún sueño respecto a cómo le gustaría que fuera la educación del futuro en su región, en Chile, en el mundo?

Mi sueño es una educación transformadora, responsable: profesores y estudiantes posicionados en el entorno, que salgan de las fronteras de la escuela y se paren en la comunidad como agentes de cambio, y desde ahí generar conocimiento colaborativo y empático que esté al servicio de la comunidad. Me gustaría que todos los estudiantes sientan que todo lo que van aprendiendo les sirve para impactar positivamente en el entorno y que pueden dejarlo mejor que como lo encontraron. Que sí se puede, aún en contextos vulnerables.

Y para ser responsables, transformadores, agentes de cambio, los profesores tenemos que “trabajarnos”. Porque es muy fácil victimizarse como docente y poner el foco en las condiciones desfavorables del contexto. Pero si uno trabaja desde lo que se es, desde la motivación, desde la convicción de que uno tiene el poder y el valor de transformar tu  comunidad, entonces uno cambia y puede cambiar el entorno. No se trata de dinero, sino de abundancia, de colaboración, de sueño común y compromiso.