Un nuevo estudio revela que algunos de los árboles más grandes de una selva tropical en Panamá no solo sobreviven a los rayos, sino que mejoran varias de sus cualidades.
Cuando un rayo cae sobre un árbol en los trópicos, todo el bosque explota.
“En su punto más extremo, parece como si hubiera estallado una bomba”, dijo Evan Gora, ecólogo forestal del Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas en Millbrook, Nueva York. Decenas de árboles alrededor del alcanzado se electrocutan. En cuestión de meses, un círculo considerable de bosque puede marchitarse.
De algún modo, un único superviviente se mantiene en pie, aparentemente más sano que nunca. Un nuevo estudio de Gora, publicado la semana pasada en la revista New Phytologist, revela que algunos de los árboles más grandes de una selva tropical no solo sobreviven a los rayos. Prosperan.
La selva tropical del Monumento Natural Isla Barro Colorado, en Panamá, es el lugar perfecto para estudiar si algunos árboles son inmunes a los rayos. Es la sede del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y uno de los bosques tropicales más estudiados del mundo. Gora se propuso estudiar si los árboles individuales del bosque se benefician de ser alcanzados por un rayo. Y si lo hacían, ¿ayuda eso a la población de la especie a sobrevivir a mayor escala?
Al principio, pasó gran parte de su tiempo trepando los árboles, buscando señales de daños causados por los rayos. Pero hacer observaciones críticas podía resultar dolorosamente ineficaz. Gora empezaba a trepar a un árbol, convencido de que era el tronco alcanzado, solo para subir 15 metros y ver que en realidad debía estar en el árbol vecino. Las abejas también pululaban por los ojos y oídos de Gora.
“Toda tu vida es un zumbido”, dijo. “Es horroroso”.
Gora necesitaba una forma más eficiente de encontrar los árboles impactados, así que él y sus colaboradores desarrollaron un método para monitorizar los rayos y triangular sus señales electromagnéticas. La técnica lo condujo más rápidamente al árbol correcto, que pudo evaluar utilizando un dron.
De 2014 a 2019, el sistema captó 94 impactos de rayos en árboles. Gora y su equipo visitaron los lugares para ver qué especies habían sido alcanzadas. Buscaban árboles muertos y “puntos de impacto”, donde las hojas se chamuscan cuando los rayos saltan entre los árboles. A partir de ahí, las copas se reducen y el árbol acaba muriendo.
Ochenta y cinco especies habían sido alcanzadas y siete habían sobrevivido, pero una destacaba literal y figuradamente: Dipteryx oleifera, una especie imponente que había sido alcanzada nueve veces, incluido un árbol que había sido impactado dos veces y parecía más vigoroso. El D. oleifera es un 30 por ciento más alto que el resto de los árboles y tiene una copa un 50 por ciento más grande que los demás, casi como si fuera un pararrayos arbóreo.